miércoles, 4 de abril de 2012

Con el reflujo del océano de la vida - Walt Whitman


Con el reflujo del océano de la vida,
Cuando me encaminaba por las playas que conozco,
Cuando paseaba allí donde las ondas te bañan,
Paumanok,
Allí donde murmuran roncas y sibilantes,
Allí donde la vieja madre cruel llora por sus hijos
abandonados,
Yo, mientras meditaba una tarde de otoño y miraba
hacia el sur,
Retenido por mi yo eléctrico fuera del orgullo que
me dicta poemas,
Fui arrebatado por el espíritu que se arrastra bajo mis
pies,
En el borde, el sedimento que representa toda el agua
y toda la tierra del globo.
Fascinados, mis ojos volvieron del sur, cayeron, para
seguir aquellas finas hileras de hierba,
Broza, paja, astillas, maleza, légamo,
Espuma, costras de las rocas brillantes, hojas
abandonadas por la marea,
Recorrí millas y millas; a un lado, el fragor de las
olas al romperse,
Allí, Paumanok, mientras yo pensaba el antiguo
pensamiento de las semejanzas,
Que tú me ofreciste, isla pisciforme,
Cuando vagaba por las playas que conozco,
Cuando caminaba con mi yo eléctrico en busca de
modelos.

Mientras recorro las playas que no conozco,
Mientras escucho la endecha, las voces de los
hombres y mujeres náufragos,
Mientras aspiro las brisas impalpables que me
asedian,
Mientras el océano - tan misterioso - se aproxima a
mí cada vez más,
Yo no soy sino un insignificante madero abandonado
por la resaca,
Un puñado de arena y hojas muertas,
Y me confundo con las arenas y con los restos del
naufragio.
¡Oh! Desconcertado, frustrado, humillado hasta el
polvo,
Oprimido por el peso de mí mismo, pues me he
atrevido a abrir la boca,
Sabiendo ya que en medio de esa verbosidad cuyos
ecos oigo, jamás he sospechado qué o quién soy,
A no ser que, ante todos mis arrogantes poemas, mi
yo real esté de pie, impasible, ileso, no revelado,
señero,
Apartado, escarneciéndome con señas y reverencias
burlonamente amables,
Con carcajadas irónicas a cada una de las palabras
que he escrito,
Indicando en silencio estos cantos y, luego, la arena
en que asiento mis pies.
Ahora sé que nada he comprendido, ni el objeto más
pequeño, y que ningún hombre puede
comprenderlo,
La naturaleza está aquí a la vista del mar,
aprovechándose de mí para golpearme y para
herirme,
Porque me he atrevido a abrir la boca para cantar.

Cierro con mis adversarios, los dos océanos,
Murmuramos juntos y nos lanzamos reproches,
haciendo rodar las arenas y los restos del
naufragio, sin saber por qué,
Estos jirones te representan a ti y nos representan a
todos.
Playa deleznable llena de desechos,
Isla pisciforme, yo tomo lo que está bajo mis pies.
Lo que es tuyo es mío, madre mía.
También yo, Paumanok,
También yo he bullido, he flotado sobre lo
inmensurable y he sido arrojado sobre
tus playas,
También yo no soy sino un objeto arrojado por el
mar sobre la playa, y un desecho,
También yo dejo en ti restos de mi naufragio, isla
pisciforme.
Me arrojo sobre tu pecho, madre mía,
Me adhiero a ti de modo que no puedas rechazarme,
Te tengo firmemente asida hasta que me respondas
algo.
Bésame, madre mía,
Tócame con tus labios, como yo toco con mis labios
a los que amo,
Dame con un suspiro, mientras te abrazo
estrechamente, el secreto del murmullo que
envidio.

Bajad, aguas del océano de la vida (ya volveréis en la
pleamar),
No ceses en tus gemidos, vieja madre cruel,
Llora sin término por tus hijos abandonados, pero
no temas, no me niegues,
No susurres con voz tan ronca y colérica contra mí,
cuando te toco o me aparto de ti.
Os amo tiernamente a ti y a todos,
Hago provisión para mí y para esta sombra que nos
mira y nos sigue a mí y a lo que me pertenece.
Yo y lo mío, hileras de hierba, pequeños cadáveres,
Espuma blanca como la nieve, burbujas
(Ved cómo de mis labios muertos mana el fango al fin,
Ved cómo los colores del prisma relucen y se agitan),
Manojos de paja, arenas, fragmentos,
Puestos a flote por muchos humores contradictorios,
Por la tempestad, la calma, las tinieblas, las olas
embravecidas,
Pensativos, un hálito, una lágrima salobre, una
salpicadura de agua o fango,
Arrojados igualmente desde las fermentaciones
insondables del abismo,
Uno o dos capullos marchitos, desgarrados
igualmente, flotando sobre las olas a la deriva,
Igualmente para nosotros aquella endecha sollozante
de la Naturaleza,
Nos acompaña el clangor de las trompetas de las,
nubes,
Nosotros, caprichosos, traídos acá no sabemos de
dónde, tendidos ante ti,
Tú, allá arriba, caminas o te sientas,
Quienquiera que seas, también nosotros yacemos
náufragos a tus pies.


                                                                                                                                                                         La Rufiana Melancólica

No hay comentarios:

Publicar un comentario

"Crepúsculo incesante y candente lleno de espectros y sombras resentidas porque la tarde fue seducida por aquel desvanecimiento infame conducido a través del insondable amanecer..."