El vino entibia sueños al jadear,
desde su boca de verdeado dulzor.
Y entre los libros de la buena memoria,
se queda oyendo como un ciego frente al mar.
Mi voz le llegará,
mi boca también.
Tal vez le confiaré
que eras el vestigio del futuro.
Rojas y verdes luces del amor,
prestidigitan bajo un halo de rush.
Qué sombra extraña te oculto de mi guiño
¿Qué nunca oiste la hojarasca crepitar?
Pues yo te escribiré,
yo te hare llorar.
Mi boca besará
toda la ternura de tu acuario.
Mas si la luna enrojeciera en sed,
o las impalas recorrieran tu estante,
¿no volverías a triunfar en tu alma?
Yo se que harías largos viajes por llegar.
Parado estoy aquí,
esperándote.
Todo se oscureció,
ya no se si el mar descansará...
la luz habrá tiznado gente sin fe.
Esta botella se ha vaciado tan bien,
que ni los sueños se cobijan del rumor.
Licor no vuelvas ya,
deja de reír.
No es necesario más
ya se ven los tigres en la lluvia...
La Rufiana Melancólica
No hay comentarios:
Publicar un comentario